lunes, 3 de agosto de 2009

Los Puentes del Rimac



Los Puentes del Rimac.
El puente indigena fue reemplazado en el ano 1554, por orden del Conquistador, por otro de madera, en el mismo lugar que hoy ocupa el Puente de Piedra. Este nuevo puente permitió a los españoles formar un nuevo pueblo en las tierras de la ribera norte del río, al que se le llamó igual que al río, Rímac. Se comenzaron a lotizar los solares de esta nueva ciudad, los colones empezaron a adueñarse de las propiedades, otorgadas por el Cabildo de Lima, y a otros, más influyentes, por el propio Virrey. Pero, con el transcurso del tiempo, se requeria de un nuevo puente, sobre todo por los danos sufridos por el sismo del ano 1606. Del Puente de Piedra da cuenta la investigación de Emilio Harth-terre, publicada en 1960, en la que describe la gestion de construccion del mismo: "…su entrada estaba donde hoy principia el jirón Camaná, en su primera calle conocida en la Lima virreinal por Calle del Pescante "a una cuadra de las casas reales" Los planos del puente de piedra sobre el río Rímac fue Fray Jerónimo Villegas y el maestro de obras que lo construyó, fue el arquitecto don Juan del Corral.

El virrey don García Hurtado de Mendoza (1590-1595), habia mandado a construir el puente de piedra (el primero), bautizando a la calle que le seguía con el nombre del Camino Real a Trujillo, por el comienzo de la ruta hacia el norte del país, haciendole de este modo honor a su pueblo natal en España. El Virrey don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros ordeno reedificar el puente construído por el Virrey Hurtado de Mendoza. Mejoró sus bases, acoplando siete soportes de piedra en forma de arcos, y construyó barandales del mismo material, convirtiéndose en una de las estructuras más sólidas que dejó la arquitectura colonial, según acota Emilio Harth-terre en la obra consultada.

Tenía 88 metros de largo por 14 de ancho y 7.5 de altura. Estaba sostenido por pilares en forma de proas, para darle mayor resistencia a las bases ante los fueres impactos de las aguas del río. El maestro de la obra, Juan del Corral, fue también autor de la construcción del arco que adornaba la entrada al puente, al que ya nos hemos referido. Esta bella y monumental obra estuvo situada en ese lugar, entre las calles de Polvos Azules y Desamparados, comienzo del jirón de la Unión, hasta que en 1890 se incendió, quedando totalmente destruido.

El Puente Balta
Con frente a la Plaza de Acho, casi al final del siglo XIX, el Presidente Balta mandó construir un puente –parecido al de Piedra- a uno de cuyos extremos, en una placita, se ubicaba el Monumento a Cristóbal Colón (Cuando Don Nicolás de Piérola abrió la avenida de La Colmena y luego el Paseo Colón, se dispuso el traslado del Monumento del Gran Almirante a este último lugar). Allí se mando colocar la imagen de Cristóbal Colón.

El Puente de Palo (después Puente Santa Rosa)
Ya en el siglo XX, este puente era el camino que tomaban los limeños para llegar a las jaranas de la calle Malambo, en la actual Avenida Francisco Pizarro, atravesando la calle del Boquerón. Junto a la entrada del puente, se encontraba la Estación de La Palma, del ferrocarril Lima-Ancón, en la calle de La Toma, primera cuadra de la antigua calle Arica (hoy Rufino Torrico). Los pilares del viejo puente de fierro de este ferrocarril, sirvieron de apoyo al puente de palo. En esta ribera del río se encontraban también el Colegio Santo Tomás de Aquino, y la Estación Principal de Energía Eléctrica, que abastecía de corriente a los tranvías. A media cuadra del puente, en la calle Manito (primera cuadra de la Av. Tacna), se instalaban los circos y juegos mecánicos que llegaban a la ciudad con motivo de las Fiestas Patrias, para deleite de las familias limeñas. Los bajopontinos usaban el puente para acudir a estas diversiones.

En este oleo de Rugendas de 1844 "Escena en el puente de piedra", se puede apreciar en el plano final, a la portada del puente de identico nombre, al paso del cual se halla el jiron Trujillo. Es este puente y el paso a Acho un espacio publico de encuentros del siglo XIX, tal como lo senala acertadamente Del Aguila: "...desde el punto de vista social, el siglo XVIII presenció, por un lado, la multiplicación de las regulaciones estatales encaminadas a disciplinar a la gente (en particular al "pueblo" y en los espacios públicos), y, por otro, el resquebrajamiento del rígido orden social que se expresó en el incremento del mestizaje y de los enlaces no convencionales, lo que generó una heterogeneidad social." Del Aguila sostiene que desde la cuarta decada del siglo XIX, el Estado se esmero por ordenar los espacios publicos. Los usos de estos espacios publicos, como en el caso de la Alameda de Acho, se dieron asi: "…los paseos en los puntos más concurridos: la Plaza Mayor, el puente y las alamedas, vieja y nueva, al otro lado del río. Lugares de observación, coqueteo, actualización de chismes, compra, etc. Los lugares más frecuentes y cotidianos de socialización."

La investigadora Alicia Del Aguila se refiere, -en plural- a las alamedas de bajo del puente; numero que se ha perdido en la contemporaneidad, pues hemos preterido a la alameda de Acho: "Aparte de la Plaza Mayor, a fines del siglo XVIII las alamedas del Rímac eran los lugares preferidos de paseo: la alameda de los Descalzos –o Alameda Grande, como se le llamó originalmente-, la de Acho, la de las Cabezas y la de Piedra Lisa… A fines del siglo siguiente, en San Lázaro existían también las alamedas de Acho (1738), de las Cabezas (1742) y de Piedra Lisa. Esta última construida pr orden del virrey Amat fue una de las preferidas a fines del siglo XVIII. En 1802 fue seriamente afectada por la crecida del río Rímac."

Ricardo Mariategui Oliva da cuenta de la alameda de Acho, en terminos de la "Alameda Nueva", ya que la de los Descalzos –según sostiene-, pasó a ser la "Alameda Vieja". Pero aquella perdió esa denominación cuando se abrió la Alameda de las Cabezas. Con ese mismo nombre, ("Encuentro en la Alameda Nueva"), el romantico pintor aleman, Johan Moritz Rugendas, realizaria un oleo en Lima, en el ano 1844.

Del Aguila, se refiere tambien a un breve relato: Carta sobre los jardines de Lima (1860), en el que Léonce Angrand habria realizado una revisión nostálgica de las alamedas que él conociera veinte años atrás y que por entonces empezaban a cambiar: "Las alamedas, describía el francés, no constituían jardines públicos propiamente dichos. Es decir, no se trataba de árboles y flores "avasallados y disciplinados, sino de una naturaleza bucólica…La simplicidad y la informalidad eran las características que, según la visión romántica de Angrand, caracterizaban a las alamedas hasta los primeros años de la República." Dicha autora describe tambien el tema de la observación y de ser observados, como motivación central para el transito por las alamedas, refiriendo que, "…a mediados del siglo XIX, sin embargo, la alameda de los Descalzos se encontraba en decadencia y la de Acho –que corrían paralela al río Rímac hasta la plaza de toros- había pasado a ser el lugar de paseo dominical preferido."
Finalmente, Milton Von Hesse, ciudadano rimense, con una mirada actual se refiere a la Alameda de Acho en estos terminos: "Hoy hay un conjunto de tierra, veredas y pistas con grandes baches que realmente preocupan. Esa Alameda, de la que se remarcó que era realmente más bella que la de los Descalzos, que nacía al pie del Puente de Piedra y se extendía hasta la Plaza de toros, se caracterizó por las 8 filas de árboles gigantescos que ofrecían una sombra constante y causaron la admiración de Tshudi, de Rugendas y los viajeros del siglo pasado que supieron describirla para nuestro deleite."
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21Herrera,2003:s/p
22 Hesse, Milton Von,1991:60
23Del Aguila,2003:16
24 Del Aguila,2003:35
25 Del Aguila,2003:16
26 Del Aguila,2003:51
27 Mariategui,1956:115 y 140.
28Del Aguila, 2003:55
29 Idem.
30 Hesse, Milton von,1991:60

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